martes, 29 de mayo de 2012

Carta

Las siguientes letras viene de parte de una buena amiga, Auster porque ¿para qué volver a escribir lo que ya está escrito si quiere decir exactamente lo que tú quieres expresar?

Carta a mi propio desconocido

Hola desconocido
¿Te acuerdas de cuando no éramos capaces de imaginarnos desconocidos? ¿De cuando conocíamos cada detalle el uno del otro? Yo ya no.
No consigo recordar nada de eso. No consigo recordar un día que me riese contigo. No consigo recordar ese día en el que tuvieras un detalle conmigo, en el que te preocuparas más por mí que por tí mismo, o siquiera que por los demás. Porque de eso se trataba. Siempre. De los demás. Y de ti. De que tu estuvieras bien con ellos, ellos bien contigo, ellos bien con nosotros, ... ¿Sabes qué? Que me dan igual los demás. Que quizás si un sólo día te hubieses preocupado más por mí que por los demás, todo habría salido bien.
O si yo un día no hubiese decidido que no podía seguir llorando todas las noches, seguiría pensando que te conozco, o, aún más imposible, que tu me conoces a mí. Dios no lo quiera. Llegó el día en que me di cuenta de todo. Me di cuenta de que jamás me trataste bien. Era todo mentira. Eran todo, absolutamente todo, gestos vacíos. A la hora de verdad, me dejaste a un lado, me impediste cumplir mis sueños, interpusiste siempre tu bienestar a mi felicidad. Y se acabó. Pero se acabó del todo. Se acabó el hacer como que no me importa, el hacer como que todo acabó bien. Nada acabó bien, no para mi.
Aún así, espero que seas feliz. Y que, algún día, encuentres a alguien que realmente te importe lo suficiente. Que te importe más que tú mismo, que tu trabajo, tu mundo, tus normas. Alguien a quien ayudar a cumplir sus sueños. 
Sé que esta carta llega tarde. Pero necesitaba enviártela. Porque no pienso seguir siendo la mala de una historia de la que no quiero ni formar parte.

No hay comentarios: